Hoy casi todos los medios de comunicación hacen referencia al discurso del Rey en Nochebuena: Yo no lo vi en directo pero, viendo los resúmenes y comentarios en la prensa de hoy, he vuelto a comprobar que una vez más no necesitaba verlo para saber que no me iba a sorprender con un discurso de auténtico «hombre de Estado» consciente de la realidad de lo que representa. El discurso de este año ha sido continuista con los mensajes  de su antecesor, trasladando la  imagen de una monarquí­a que no apuesta por el futuro y que, sobre todo, es incapaz de reconocer la realidad de un Estado del que dice ser jefe.

Un año más Felipe VI no ha abordado el reto de ser también Felipe VIII, Felipe VI de España y Felipe VIII del Reino de Navarra aglutinador de Euskal Herria. Aceptar este reto supone reconocer la realidad de un estado plurinacional en vez de amenazar a quienes  en Catalunya, Euskal Herrria o Galiza defienden su derecho a tener su propia nacionalidad tal como les reconoce la Declaración Universal de Derechos Humanos de Naciones Unidas en su artí­culo 15. Supone también tener mentalidad democrática que lleva a respetar -aunque no se comparta- la libertad de expresión y  la voluntad de miles de personas que en la actualidad forman parte del Estado y que quieren decidir su propio futuro libre, pací­fica y democráticamente. Supone abandonar una concepción del Estado como prisión en vez de una entidad de libre adhesión.

Aceptar el reto de ser también Felipe VIII, supone tener sensibilidad democrática y amplitud de miras para respetar también a varios millones de ciudadanos y ciudadanas, que en el resto del Estado se identifican legí­timamente con el ideal republicano, y a los que Felipe VI no los tiene en consideración en sus discursos, a pesar de que forman parte también de ese Estado del que el dice ser Jefe.

Aceptar el reto de ser también Felipe VIII, supone no ser insensible al dolor ajeno de quienes sufrieron las injusticias del levantamiento militar del 36 contra el gobierno legí­timo, y de la represión del dictatorial régimen franquista en el que se engarzó la monarquí­a a través de su antecesor y cuyas heridas se cerraron en falso estando todaví­a pendiente su cura a través de su reconocimiento y reparación de injusticias que millares de familias han vivido en un doloroso silencio impuesto por el miedo.

Un año más perdido sin que Felipe VI acepte el reto de ser Felipe VIII que supone asumir que en democracia el diálogo y el entendimiento pasa por el respeto a las diferentes concepciones polí­ticas, realidades nacionales y situaciones sociales que son realidades innegables en el Estado.

No es justo ni merece la pena construir un Estado concebido como prisión, tal como propugna Felipe VI, negando la existencia de las diferentes realidades nacionales, ignorando la existencia de personas con diversas concepciones de modelo de Estado -Monarquí­a versus República-, o siendo insensible al dolor ajeno de tantas familias que todaví­a no saben donde están enterrados sus padres, tí­os o abuelos o no han visto reparadas las injusticias que les infringió la dictadura.

No se si será capaz de sorprenderme en años venideros, pero lo que si estoy seguro es que si no es capaz de aceptar el reto de ser Felipe VIII, el sorprendido será sin duda él, porque el nuevo mundo que se está, que estamos construyendo va a estar basado en la libre adhesión, en el respeto a las libertades tanto individuales como colectivas, y en la solidaridad propia de la fraternidad universal porque, como señala la Declaración Universal de  Derechos Humanos,  la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrí­nseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión polí­tica o de cualquier otra í­ndole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición.

Por Rafa

2 comentarios en «El discurso del Rey y el reto de ser Felipe VIII»
  1. Totalmente de acuerdo con el comentario de Rafa Larreina.Si Felipe y los que le apoyan siguieran ese camino tendrí­amos puntos de encuentro.

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