En primer lugar tengo que señalarle que su razonamiento parte, en mi opinión, de una base falsa; según usted la Propuesta para la Convivencia que ha planteado el Gobierno Vasco legitima buena parte de las posiciones del terrorismo. En mi opinión nada más lejos de la realidad, entre otras cosas porque planteamos realizar la consulta popular en ausencia de violencia.
Pero es que además en Eusko Alakrtasuna, con nuestra actuación política pacífica, radicalmente democrática, estamos diciendo a ETA que, tanto por razones éticas -que ya serían suficientes- como por razones políticas, tienen que desaparecer, que la fuerza nunca puede sustituir a la palabra, que la ciudadanía no necesita salvadores con mentalidad militarista, que no representan a nadie, que deben respetar la voz , la palabra y la decisión de Euskal Herria que les ha dicho innumerables veces que presten el único servicio que pueden prestar: desaparecer. Para usted es inmoral que las instituciones vascas hagan propuestas políticas, porque parte, como le he dicho, de una premisa falsa e injusta que vincula con la violencia y el terrorismo a fuerzas abertzales radicalmente democráticas y pacíficas, como Eusko Alkartasuna.
En mi opinión, negarse a que ETA marque la agenda política de nuestro País, oponerse a dejar en sus manos la posibilidad de tomar decisiones políticas democráticas, tomar la iniciativa política para que la ciudadanía decida su presente y su futuro con libertad sin admitir imposiciones o interferencias de quienes practican la violencia y el terrorismo, no solo es moralmente aceptable sino que es un obligación democrática. Efectivamente ETA ha sembrado mucho dolor, que exige reconocimiento y reparación en la medida de lo posible, pues la vida arrebatada no podemos devolverla.
Pero no buscar soluciones, no buscar nuevos puntos de encuentro, nuevos marcos jurídicos político-institucionales no solo no repara ese dolor sino que suma una nueva injusticia, al señalar como responsables de ese dolor a quienes siempre hemos estado por la defensa y respeto de los derechos humanos, y también supone reabrir heridas de injusticias, muertes y dolores, sufridos en silencio durante décadas que no tuvieron ni reconocimiento ni reparación y que todavía están presentes en nuestra sociedad.
Las injusticias nunca se reparan con otras injusticias, y la venganza nunca debe sustituir a la justicia. Creo que moralmente todos estamos obligados a actuar en conciencia, a reparar las injusticias, a acompañar a los que sufren, y a buscar lo que nos une; por esta razón pienso que buscar nuevos puntos de encuentro respetuosos con la libertad y con la pluralidad de nuestro País es una obligación de responsabilidad democrática.