Desde mi punto de vista, la mayor frustración que hoy tenemos los vascos es la falta de las libertades individuales y colectivas por las que tanto tiempo hemos luchado. Libertades que atisbamos con el fin del anterior régimen dictatorial y que no hemos acabado de conseguir en el ya demasiado largo proceso de Transición que en el caso de Euskal Herria, como muy bien define el Lehendakari Garaikoetxea, es una Transición Inacabada.
Nuestro reto, precisamente, consiste en que esa frustración no se convierta en una losa inamovible. Para superar ese reto, debemos ser optimistas, aunque razones no nos faltarán para el pesimismo -y sino ya se encarga ETA de proporcionárnoslas-, y tomar la determinación de trabajar para que esa Transición se de por terminada en nuestro País cuanto antes. Y esta tarea es lo suficientemente importante para no dejarla sólo en manos de quienes recibimos el nombre de políticos; todos debemos implicarnos y trabajar conjuntamente para que la democracia, las libertades individuales y colectivas sean una realidad en Euskal Herria.
En cuanto a la identidad nacional vasca creo que ya la tenemos hoy en día; otra cosa es que en nuestro País haya también ciudadanos que sienten otras identidades nacionales o que sientan identidades nacionales compartidas. El problema pendiente es la armonización de dichas identidades nacionales y el respeto de esa pluralidad; y ahí sí que tenemos un problema, porque quienes sienten las identidades nacionales española o francesa, sustentan su propia identidad en la negación de la identidad nacional vasca, mientras que quienes tenemos una identidad nacional vasca no solo no negamos la identidad nacional española o francesa sino que defendemos el derecho de toda persona a tener su propia identidad nacional, la que libremente decida no la que le impongan las estructuras dominantes, bien sea española, francesa, alemana, vasca o cualquiera de las innumerables identidades nacionales que conforman nuestro mundo.