El secretario de organización de Eusko Alkartasuna y vicepresidente segundo del Parlamento vasco, en este análisis publicado en «Astekari digitala», advierte a Zapatero de que está incurriendo en el mismo error que Aznar: poner el “yo†por delante del “nosotros».
«Estamos viviendo unos días de desconcierto, preocupación y temor de que la historia se vuelva a repetir y el terrorismo, la violencia, vuelva a marcar nuestras vidas y la agenda política. Tanto la entrevista a ETA publicada en Gara como los atentados del fundamentalismo islamista de Al Qaida con sus alusiones a la recuperación del Al-Andalus, amenazan con interferir en la vida política y social del estado español y a condicionar su agenda electoral.
Echando la mirada hacia atrás tengo a la sensación de que el presidente Rodríguez Zapatero va camino de repetir los errores del presidente Aznar. Es como si hubiese un «fantasma en la Moncloa» que se va apoderando paulatinamente de sus inquilinos alejándolos del sentido común, del sentir general de la ciudadanía y de la visión y misión de un «hombre de estado» que se debe caracterizar por conjugar el «nosotros» en vez del «yo».
Aznar hace tres años, después del atentado del 11-M cometió un grave error: hacer política en primera persona del singular buscando el rédito electoral fácil, sacando ventaja de su posición institucional y haciendo realidad ese refrán castellano que dice que «la avaricia rompe el saco».
Si Aznar, presidente, hubiese conjugado la primera persona del plural, en vez de querer machacar electoralmente a los adversarios políticos, convocando a todos los líderes políticos a la Moncloa para hacer público un comunicado conjunto de condena del atentado terrorista, hoy seguiría gobernando seguramente con mayoría absoluta. Pero el supuesto «fantasma de la Moncloa» le cegó y hoy está fuera del panorama político institucional.
Al presidente Rodríguez Zapatero también le está cegando el supuesto «fantasma de la Moncloa» y ha pasado de conjugar el nosotros a conjugar el yo, a la hora de abordar el proceso de normalización política y pacificación que tomó cuerpo visible hace un año con el anuncio del alto el fuego permanente por parte de ETA.
Tras un inicio prometedor, Rodríguez Zapatero cometió un grave error que ha condicionado negativamente el desarrollo del proceso. Su oposición a impulsar la constitución de una mesa de partidos en la que abordar la cuestión política de fondo, ha impedido la corresponsabilidad que lleva consigo el «nosotros» y ha situado el proceso en los parámetros que marcaron el fracaso de todos los intentos anteriores: desde los contactos de Zurích en la época de Martín Villa, pasando por los contactos de Argel en la época de Felipe González, para volver a Zurích en la época de Aznar.
Cuando por primera vez ETA renuncia a ser interlocutor político dejando el ámbito del diálogo, la negociación y el acuerdo político en el espacio democrático de los partidos políticos representativos del conjunto de la sociedad vasca, Rodríguez Zapatero se ha empeñado en centrar el proceso en el diálogo del Gobierno con ETA.
Seguramente pensaba que así tenía él más controlado el proceso, podía gestionarlo sin la complicación de una mesa de partidos, que implica necesariamente moverse en el ámbito del «nosotros», y podía conseguir, moviéndose en el ámbito del «yo» con mayúsculas, ser el «hombre de estado» que lograba resolver un problema político histórico.
Una vez más el «fantasma de la Moncloa» ha cegado a su inquilino y ha puesto a la sociedad vasca en un brete, en una difícil situación que nos puede llevar a volver a repetir la historia reciente en una especie de remake de «Atrapados en el tiempo».
Espero que todavía tengamos tiempo de retomar el proceso poniendo en marcha una mesa de partidos que, desde la corresponsabilidad, aborde las cuestiones políticas, por complicadas que parezcan, desde planteamientos democráticos. Esa mesa de partidos, sin exclusiones previas, democráticamente, con libertad, posibilita un diálogo abierto, una negociación responsable, transparente, y la posibilidad de acuerdos realistas e influyentes que den una salida democrática al conflicto político, sin que nadie pueda argí¼ir que sea fruto del chantaje violento o del interés partidista que busca la ventaja política o el fácil rédito electoral.
En el preocupante marco que forman las noticias de amenazas terroristas de los últimos días, Rodríguez Zapatero tiene la oportunidad de no hacer caso de los susurros del»fantasma de la Moncloa» asumiendo el papel de un «hombre de estado» capaz de contar con todos y compartir con todas las fuerzas políticas el liderazgo en la resolución de las cuestiones de estado. La puesta en marcha de una mesa de partidos en el caso de Euskal Herria o la unidad compartida de las fuerzas políticas estatales en el caso de la amenaza terrorista del fundamentalismo islamista marcarán el ser o no ser del futuro institucional de Rodríguez Zapatero y sobre todo marcarán positiva o negativamente el futuro de la sociedad vasca y de la sociedad española».