Todavía está muy presente en mi memoria la sensación que tuve aquella mañana del 11 de Marzo de 2004. Ante las primeras noticias confusas del terrible atentado recuerdo la sensación de desolación ante un hecho que se cernía sobre mi País -Euskal Herria- como una amenaza que intentaba descalificar y deslegitimar nuestra aspiración a ejercer la soberanía en pie de igualdad al resto de los Países de Europa. Después de esos primeros momentos de agobio y confusión comencé a ver que había algo que no cuadraba. De hecho tuve que realizar la primera nota de condena y, después de comentarlo con la dirección de mi partido (Eusko Alkartasuna) decidimos hacer pública la condena pero sin señalar a ninguna organización o grupo como responsable del atentado. Poco después, nos vimos sorprendidos por la primera declaración del Gobierno Vasco que hacía referencia a ETA.
Mientras dábamos respuesta a las demandas de los medios de comunicación, iba aumentando el número de personas a las que se les había arrebatado la vida hasta llegar a cerca de doscientas, y los teléfonos empezaban a «echar humo». Recibí una llamada de Josep Lluis Carod Rovira que nos trasladaba el rumor que corría por los mentideros comunicativos de Madrid que hablaban de la necesidad de suspender las instituciones vascas; poco después hablaba con Arnaldo Otegi que compartía con nosotros el convencimiento de que no había sido ETA; y, sin solución de continuidad, contactaba con el Lehendakari Ibarretxe en Ajuria Enea con el que analizábamos la situación y también coincidíamos en la seguridad de que detrás del atentado no estaba ETA.
En esos momentos la sensación de impotencia ante el aparato comunicativo del Gobierno volcado en vincular la masacre a «los vascos» empezaba a debilitarse ante las noticias que venían del extranjero donde los medios de comunicación de más prestigio hablaban ya de grupos islamistas como responsables del atentado. Un amigo mío que estaba de viaje hacia Portugal, me comentó que mientras iba por España oía en la radio del coche que ETA era la responsable del atentado y que, nada más entrar en Portugal, las emisoras de ese País ya hablaban de la autoría «yihadista». Sin embargo en el Estado español seguía la presión mediática generando una tensión y una crispación que tuvo un triste epílogo en el asesinato de Angel Berrueta en el barrio de San Juan de Iruña por parte de un policía.
Y toda esa vorágine se desarrollaba en los últimos momentos de una campaña electoral que pervertía cualquier debate mediante la manipulación y la utilización del dolor de la violencia, del terrorismo, como arma de agresión política. La sociedad vasca y una parte importante de la sociedad española se sintieron despreciadas por un Gobierno que les quería engañar y reaccionaron dando un vuelco electoral mandando a la oposición a un Gobierno que «a priori» tenía ganada la confrontación electoral.
Hoy todavía sigue presente, de alguna forma, la tentación de utilizar el dolor ocasionado por la violencia, por el terrorismo, con el fin de ganar apoyos electorales o deslegitimar proyectos políticos democráticos. Ante esta triste realidad creo que es el momento de buscar y alcanzar un compromiso entre todas las fuerzas políticas y sociales para abordar la reparación de todas las injusticias cometidas sobre la base sólida de rescatar la verdad -toda la verdad-, reconocer la dignidad de todas las personas -sin excepciones- que han sufrido la injusticia de la violencia del terrorismo, y conseguir que la justicia abra elcamino a la reconciliación
Argazkia: Monumento a los ausentes. Monumento en recuerdo de las víctimas del 11-M. Autor: Nemo: http://commons.wikimedia.org/wiki/User:Nemo
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