Después de la avalancha informativa que ayer se centró en el aniversario del 23F he dejado pasar unas horas para reposar la sensación de que se estaba celebrando un “Golpe de Estado”. Habrá quien me diga “hombre no!!!, se estaba celebrando el fracaso del Golpe”. Y ahí­ es precisamente donde surge mi discrepancia y mi preocupación democrática. Admito que la mayorí­a celebraron el fracaso del golpe de Tejero, pero creo que junto con la celebración de ese fracaso se celebraba el triunfo polí­tico de alguno de los otros golpes que compartieron espacio temporal y polí­tico.

Quienes vivimos aquella época, con uso de razón y cierto activismo polí­tico, recordaremos que se cerní­a sobre la sociedad el ambiente de lo que se denominaba “ruido de sables”; que existí­a una fundada preocupación por el riesgo cierto de involución polí­tica que tení­a como objetivo dar al traste con el incipiente proceso de transición democrática.

Estos dí­as escuchaba con atención a un prestigioso y solvente historiador que afirmaba que en esas fechas coincidieron tres procesos golpistas: un golpe duro -al estilo de la vieja escuela añado yo- que fue el de Tejero; un golpe blando que mezclaba militares y polí­ticos en un nuevo equipo de gobierno; y un “golpe constitucional” -una “contradictio in terminis” pero en la realidad un hecho cierto- en el que no muy lejos de la corona andaban metidos otros militares, polí­ticos y poderes fácticos.Fracasó el burdo Tejerazo pero triunfó el “golpe constitucional” pues a partir del 23F se abandonó el viejo dilema ruptura democrática-reforma democrática y se inició la época de la “contra-reforma” basada en dos pilares fundamentales: la indisolubilidad del estado, con la consiguiente negación de los derechos colectivos; y el acuerdo de que contra el terrorismo vale todo, con la consiguiente limitación -si llega el caso- de los derechos y libertades individuales.

De ese golpe triunfante surge la LOAPA que, aunque tuvo que cambiar la letra forzada por el rechazo del Tribunal Constitucional, mantuvo el espí­ritu contra-reformista iniciándose el abandono de la ví­a del autogobierno, de la autonomí­a, para pasar a la mera descentralización administrativa. A partir de ese momento por la ví­a de las leyes básicas se van reformando, recortándolos, los Estatutos Vasco y Catalán, así­ como el llamado Amejoramiento, por la puerta trasera de un sistema que ignoraba el mandato constitucional y despreciaba la voluntad popular de las nacionalidades históricas. Este proceso de involución democrática tiene su reciente expresión en el rechazo al nuevo marco jurí­dico aprobado por el Parlamento Vasco en diciembre del 2004 y en el recorte y modificación del Estatuto aprobado por el Parlamento de Catalunya en mayo del 2006.

De ese golpe triunfante surge también el afianzamiento del principio de que el fin justifica los medios y que, por tanto, para combatir al terrorismo vale todo. En ví­speras del Tejerazo se habí­a producido el “asesinato” en comisarí­a de Joseba Arregi; y esas prácticas continuaron, e incluso se incrementaron, en años sucesivos. Desde el caso Zabalza a las últimas condenas por torturas, que se han producido recientemente en los juzgados de Donosti, pasando por los GAL y el terrorismo de estado, ha habido una larga reata de vulneraciones de derechos humanos que en la mayorí­a de los casos han quedado impunes, cuando no han sido recompensadas.

Lógicamente -triste lógica- si se habí­a traspasado el elemental lí­mite democrático de respeto a los derechos humanos fundamentales, era más practicable el camino de los recortes de derechos y libertades individuales -eso si, siempre con el loable fin de combatir el terrorismo- cerrando periódicos y medios de comunicación, restringiendo el derecho de manifestación o impidiendo el derecho individual y colectivo de participación polí­tica. Así­ hasta nuestros dí­as.

Por estas razones me asombra y preocupa el ambiente de celebración de un golpe de estado -aunque sea constitucional y rechine la “contradictio in terminis”-, no porque al final triunfe, sino por lo que supone de pensamiento débilmente democrático; porque, además, triunfar no va a triunfar ya que quienes tenemos un compromiso claro e inequí­voco con la soberaní­a vasca, la democracia y la defensa de los derechos humanos -todos, sin excepciones- vamos a seguir trabajando para que la democracia sea real y las libertades individuales y colectivas formen parte de la vida diaria de toda la ciudadaní­a. Por eso algunos están tan nerviosos, porque van a comprobar que no se pueden poner puertas al campo de la libertad.

Por Rafa

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