Hemos comenzado el año con tranquilidad en el ámbito personal pero con una mezcla de esperanza y preocupación en el ámbito general.
Hoy, que es el día mundial por la Paz, lo hemos comenzado con la noticia de un atentado contra una iglesia copta en Egipcio. Es como una especie de recordatorio de que el dicho de «año nuevo vida nueva», no deja de ser un tópico que encubre la resistencia al cambio que todos tenemos.
La Paz sigue siendo un objetivo anelado que exige lucha -pacífica por supuesto-, trabajo, compromiso personal, porque o lo tomamos cada persona como un objetivo personal o no lo alcanzaremos nunca. A la hora de trabajar por la paz no sobra nadie y no debe faltar nadie. Y esa lucha, ese trabajo, ese compromiso, debe realizarse en cada lugar, en cada espacio que compartimos con otras personas.
A quienes vivimos o tienen, desde la distancia, el corazón en Euskal Herria, nos toca en este nuevo año renovar el compromiso y dar nuevo impulso a nuestro trabajo por una Paz que todo el mundo ya intuye que está más cerca. Desde la responsabilidad que me toca, además de agradecer la labor callada -pero no por eso menos eficaz- que han desarrollado muchas personas con las que comparto militancia en Eusko Alkartasuna, puedo asegurar que ese compromiso individual y colectivo de las gentes de EA y de la Izqueirda Abertzale va a seguir vigente hasta culminar la tarea que, de una forma u otra, llevamos desarrollando desde hace ya algo más de catorce años.
En esta jornada mundial de la Paz iniciamos un año con la esperanza de que la Paz – esta vez si- pueda ser posible en Euskal Herria, y con la preocupación por la ausencia de Paz en tantos lugares de nuestro planeta. Tanto la esperanza como la preocupación nos exigen compromiso, trabajo, en definitiva no ser indiferentes ante el sufrimiento de una persona en cualquier lugar del mundo y, empezando por lo que tenemos más próximo, en nuestro País.