Este fin de semana ha vuelto a aparecer en el debate polí­tico el concepto de la ética como instrumento de agresión en las controversias interpartidistas. Sobre todo en los momentos de mayor crispación polí­tica el argumento ético suele surgir con mayor fuerza y generalizarse como elemento de descalificación del adversario que ahorra el esfuerzo de buscar argumentos polí­ticos. Dar patentes de ética polí­tica -teóricamente- sitúa al que recurre a dicho argumento ético en una posición de posesión de la verdad absoluta frente al resto que se moverí­an en el tenebroso ámbito del error culpable. Ese autoconvencimiento de estar en la verdad hace que se siga utilizando la ética como elemento de agresión y cuanto mas se utiliza, mas se vací­a de contenido y se va adaptando a las conveniencias de cada estrategia polí­tica. Al final esa banalización de la ética, esa adapatación a la situación, a las conveniencias de cada cual, acaba negándola.

Esta es la razón por la que este fin de semana me he sentido muy incómodo al tener que participar en el rifi-rafe dialéctico con Patxi López. El cuestionó los principios éticos de EA y yo le contesté negándole legitimidad para dar lecciones de ética. Probablemente los seguidores de uno y otro partido han quedado satisfechos, sin embargo pienso que todos hemos cometido un error.

Por Rafa

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