Esta mañana cuando salí­a hacia Baracaldo, donde tení­amos un acto de homenaje a los y las afiliadas más veteranas me llegaba la noticia de la explosión de la bomba en la sede de Eitb en Bilbao. A partir de ese momento, lo de siempre: llamadas y más llamadas en el movil mientras volví­a la reflexión de siempre: ¿por qué? ¿en que están pensando? ¿por qué desprecian la voluntad popular?

Pensaba en las personas que í­bamos a homenajear en Baracaldo: gudaris de los de verdad, mujeres y hombres que habí­an dado el callo en la clandestinidad, que han luchado siempre pací­ficamente por las libertades individuales y colectivas de la sociedad vasca, que han sufrido vulneraciones de derechos humanos pero que siempre los respetaron y defendieron. Que diferencia esa construcción nacional con ésta destrucción nacional.

Más llamadas de medios de comunicación y vuelta a decir que «a la sinrazón de todos los atentados se vuelve a unir, otra vez, la sinrazón de atentar contra la libertad de expresión y el intento de someter voluntades». Y otra vez las condenas, otra vez la solidaridad con todas las personas afectadas, las concentraciones y muestras de repulsa.

De vuelta del alkartetxe de Barakaldo he entrado en Bilbao y me he acercado a la sede de Eitb para expresar personalmente a todos los afectados el apoyo de EA en esos duros momentos; ya estaba todo el mundo dentro de la sede poniendo en marcha la actividad normal tanto de las radios como de las televisiones. Con la cristalera vací­a de fondo las gentes de eitb estaban trabajando por volver a la normalidad; frente a la destrucción se habí­an puesto a trabajar.

Después, según volví­a hacia Gasteiz, pensaba que frente a una ETA que está empeñada en un proceso de destrucción nacional, solo cabe ponerse a trabajar, con más empeño si cabe, en un auténtico proceso de construcción nacional y social de Euskal Herria. Hoy es más necesario todaví­a ese trabajo que hemos emprendido desde Eusko Alkartasuna para potenciar un polo soberanista fuerte que no admita interferencias ni de ETA ni del Estado y que contribuya a recuperar la ilusión de una mayorí­a abertzale silenciosa que se desmoviliza por momentos.

Un polo soberanista que rompa estrategias del pasado y, desde posiciones radicalmente democráticas, impulse un nuevo marco polí­tico desbaratando las derivas autonomistas de unos, las falsas trasversalidades de ocasión de otros, a la vez que deje sin espacio a toda estrategia violenta.

Por Rafa

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