Acatar «sine die» las disposiciones de una legalidad al servicio del PSOE y del PP supone renunciar a la superación del Estatuto y a la articulación de un nuevo marco donde la regla de oro sea el respeto absoluto a la voluntad de la sociedad vasca

Diez años son una eternidad, sobre todo en polí­tica, y en Euskal Herria más. Sin embargo, y a pesar de que a lo largo de todo este tiempo la polí­tica vasca ha registrado multitud de acontecimientos, algunos sin duda históricos, los principios sobre los que se basó el Acuerdo de Lizarra-Garazi siguen hoy plenamente vigentes y nos dan las pistas adecuadas para abordar con éxito en un futuro ojalá cercano y, de una vez por todas, la resolución del conflicto polí­tico vasco.

La Declaración de Lizarra-Garazi significó una apuesta por la resolución del conflicto mediante la sustitución de la violencia por la decisión democrática de la sociedad vasca, por el respeto a la voluntad popular mayoritaria. En otras palabras, por el reconocimiento del derecho de autodeterminación.

Lizarra-Garazi fue un punto de inflexión para nuestro paí­s. Puso el derecho a decidir en el centro del debate polí­tico y ahí­ sigue diez años después. Las dos grandes iniciativas polí­ticas desarrolladas desde entonces, la aprobación del Nuevo Estatuto Polí­tico y la convocatoria de la consulta popular, incluso el proceso de negociación abierto tras el alto el fuego de ETA de marzo de 2006, se han asentado, en su esencia, en la reivindicación de la autodeterminación y en la necesidad de que el Estado español reconozca el derecho de la sociedad vasca a decidir su futuro.

Lizarra-Garazi lo cambió todo. Ya no iba a ser posible eludir el verdadero debate, el problema de fondo, como hasta entonces habí­an hecho el PP y el PSOE. Ya no iba a ser posible reducir el conflicto vasco a una mera cuestión de violencia terrorista. Y, sobre todo, una inmensa mayorí­a de vascos y vascas asumió definitivamente que sólo a ellos y ellas les corresponde decidir sobre su futuro y que eso es incompatible con la actividad de ETA. En Lizarra-Garazi fijamos los principios que habrán de llevarnos, espero que más pronto que tarde, a la resolución definitiva del conflicto. En ésas estamos aún hoy, intentando dar la palabra a la sociedad para configurar un escenario en el que todos los proyectos polí­ticos sean posibles democráticamente, incluida la independencia que propugna Eusko Alkartasuna.

El tiempo nunca pasa en balde, mucho menos todaví­a cuando estamos hablando de diez años, pero los principios suscritos en 1998 en Lizarra-Garazi mantienen hoy toda su vigencia como receta para la solución: fin definitivo de la violencia, respeto a la decisión de la ciudadaní­a vasca y aceptación de que el tránsito hacia un nuevo marco, imprescindible, ha de partir del reconocimiento del actual entramado administrativo e institucional.

Diez años dan para mucho y, a pesar de los pesares, hemos dado pasos en la buena dirección. Nuestro reto, y para ello trabajamos en Eusko Alkartasuna, es lograr la adhesión social a esos principios y conformar mayorí­as polí­ticas lo más amplias posibles que permitan dar pasos concretos, firmes, efectivos y sin marcha atrás hacia la independencia de Euskal Herria, incluso pasando por encima de eventuales prohibiciones y vetos del Gobierno español de turno.

Nuestra voluntad es inequí­voca. Garantizar nuestra supervivencia como pueblo e incrementar progresivamente nuestro nivel de vida sólo será posible si superamos el actual marco estatutario, agotado y finiquitado, y vamos a un nuevo escenario en el que, con los lí­mites propios de un mundo globalizado, vascos y vascas seamos los únicos dueños de nuestro futuro, los que dispongamos a voluntad de todos los instrumentos a nuestro alcance para mejorar nuestra calidad de vida.

Frente al inmovilismo del PSOE y del PP, frente a la imposición de un marco estatutario al que se le saltan las costuras y en el que ya no cabemos, la salida es dar pasos unilaterales, siempre alejados del recurso a la violencia, que cuenten con el respaldo de la mayorí­a de la sociedad vasca. Lo hemos intentado por la ví­a del acuerdo (Nuevo Estatuto Polí­tico y consulta popular) y lo seguiremos intentando en el futuro porque esa puerta siempre debe estar abierta, pero hasta ahora sólo nos hemos encontrado con los portazos del PSOE y del PP.

Acatar sine die las disposiciones de una legalidad al servicio del PSOE y del PP que ahoga sistemáticamente las legí­timas aspiraciones de nuestro pueblo puede facilitar acuerdos de gestión con socialistas o populares y la conservación de determinadas cuotas de poder pero, de hecho, supone renunciar a la superación del Estatuto y a la articulación de un nuevo marco donde la regla de oro sea el respeto absoluto a la voluntad democrática de la sociedad vasca.

Ni obediencia permanente a España ni respuesta violenta; ambas estrategias, tan distintas, desembocan en el mismo mar: en la consolidación y perpetuación del actual sistema de relaciones Euskadi-España, un sistema que nos coloca en un plano de inferioridad y nos lleva a nuestra progresiva desaparición como pueblo.

La salida de este laberinto polí­tico que es nuestro paí­s pasa por la actualización de los principios que guiaron Lizarra-Garazi. Eusko Alkartasuna mantiene intacta aquella apuesta desde el convencimiento de que sólo la suma de fuerzas soberanistas (polí­ticas, sociales, sindicales…), la adhesión democrática de la mayorí­a social y la renuncia definitiva a la utilización de métodos violentos harán posible la superación de todos los obstáculos que pueda interponer el Estado en cada momento y la puesta en marcha de dinámicas irreversibles, en primera instancia, hacia el reconocimiento del derecho de autodeterminación de la sociedad vasca y, posteriormente, hacia la independencia.

Rafael Larreina Secretario de Polí­tica Institucional de Eusko AlkartasunaArtí­culo publicado en Gara el 13 de septiembre de 2008

Por Rafa

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