Ayer a la noche, cuando volví­a a casa después de disfrutar de una Feliz Navidad con la familia y los amigos pensaba en lo que habí­a vivido ese dí­a y la diferencia con otras vivencias que se estaban produciendo ese mismo dí­a. Viendo cada una de esas vivencias se aparecí­a ante mi una Navidad poliédrica, con muchas caras, muchas de ellas contradictorias, en las que se mezclan alegrias y tristezas, justicias e injusticias, amor e indiferencia, luces y sombras, presentes sólidos, presentes con futuros inciertos,… ante las que surgen muchos ¿porqués?. Porqués que son consustanciales con la Navidad, pues ya estuvieron presentes en la primera Navidad y que sólo se pueden resolver a la Luz de esa primera Navidad.

Entre las varias conversaciones con amistades que mantuve ayer por al tarde, me encontré con familias que experimentaban la celebración de las primeras Navidades sin tener con ellos fisicamente a un ser querido recientemente fallecido y experimentaban como se renovaba el dolor y se mezclaban sentimientos, recuerdos, lágrimas y alegrí­as en un ambiente al mismo tiempo de serenidad fruto de una Fé profunda y arraigada en esa concepción trascendente de la vida que tenemos los creyentes.

De aqui pasaba a pensar en un amigo de toda la vida que esta manteniendo, precisamente estos dí­as, una dura pelea con el cáncer; y se mezclaban en mi interior el dolor y la emoción, que provocan estas noticias cuando se reciben y se refieren a alguien cercano, con la esperanza de que los médicos consigan su objetivo o de que haya un milagro, y la tranquilidad de que si no lo hay, sus profundas creencias le harán llevar con alegrí­a esos momentos previos a encontrarse con un Dios que es Padre.

Daban vuelta en mi cabeza estas ideas mientras conducí­a el coche volviendo de dejar en su residencia a mi amigo Jorge, un chaval Colombiano que tuvo que salir huyendo de su Paí­s después de que los paramilitares asesinaran a su padre. Y aquí­ surgí­a el pensamiento de toda la gente que pasa estas fechas lejos de los suyos, solos en medio de mucha gente que no los ven aunque esten al lado, y de lo dificil que resulta hacer realidad esa bonita palabra solidaridad cuando no se trata de vivirla sobre realidades lejanas sino que se trata de aplicarla aquí­ al lado nuestro.

De vuelta a Gasteiz, eran ya las diez de la noche, me dirigí­ a la farmacia de guardia pues me habí­a quedado sin las pastillas de anticoagulante que debo tomar todos los dí­as. Me encontré con una larga cola en la calle en la que todos esperaban pacientemente csu turno con una temperatura cercana a los cero grados. Varios continuaban con su conversación que habí­an mantenido anteriormente en el servicio de urgencias de Txagorritxu; y a mi me vení­a a la cabeza que tampoco en Navidad toman tregua los sustos, las preocupaciones los acidentes o las desgracias, aunque quienes nos nos vemos afectados directamente nos enteremos.

En estas estábamos cuando se acercan dos personas, ya entradas en los cuarenta años, bastante cargadas con algo más que alcohol que comienzan a increpar a una de las personas que estaba en la cola esperando a poder comprar una medicina para su hijo que habí­a tenido que pasar por urgencias. Ante el cariz que van tomando las cosas llamamos al 112 avisando de la situación. De las increpaciones se pasa al intento de agresión, a las patadas al coche que obligan a ese ciudadano a marcharse. Siguen las increpaciones a otros que estaban en la fila, pedrada a otro coche,…, unidas a una especie de discurso pseudorevolucioanario de nosostros los pobres ante vosostros los «ricos»; unos ricos que, no habí­a mas que ver, eran gente trabajadora. En breves minutos, que se nos hicieron larguí­simos, llegaron unas patrullas de la policí­a municipal y la ertzaintza que les localizaron en los alrededores. Despues de todo me llegó el turno para comprar las pastillas a la vez que pensaba en los estragos que hizo la droga en una amplia generación que está ya en los cuarenta años avanzados y cuyos restos están ahora formando parte de la marginación de nuestra sociedad.

Según llegaba a casa en la puerta trasera de un Hotel habí­a otra persona urgando en las basuras buscando restos de lo que habí­an disfrutado -igual que muchos en nuestra casa- una sociedad satisfecha, solidaria con lo lejano, con ese tercer mundo que nos conmueve, y ajena a ese cuarto mundo minoritario pero muy cercano, que coexiste con nosotros y que no acertamos a ver a diario.

Entré en casa con una sensación extraña, preguntandome si todo eso también formaba parte de la Navidad, de una Navidad con muchas caras. Y concluí­a que si, que eso tan contradictorio, también formaba parte de esta Navidad de 2006 y que solo cabí­a la posibilidad de reafirmarse en el compromiso diario de saber ver esas caras ocultas de nuestra sociedad y trabajar para poner los medios necesarios para poner remedio a esas necesidades de acompañamiento, atención, consuelo, ayuda, tanto desde el ámbito individual como desde el ámbito colectivo o institucional.

Quizás si nos preguntamos porqué existe esa navidad poliédrica, podremos encontrar un como resolver todas esas situaciones y de seguro que si pensamos en la primera Navidad y en las contradiciones que habí­a alrededor de aquel Portal, tendremos una luz de esperanza de que con nuestro trabajo personal y solidario podremos ir resolviendo todas esas situaciones y avanzando hacia una sociedad más justa, más solidaria.

Por Rafa

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *