(publicado en Foro Parlamentario) La presencia de las víctimas son un testimonio doloroso de todas las violentas injusticias que se han ido generando alrededor del conflicto político entre Euskal Herria y los Estados español y francés a lo largo de mas de ciento cincuenta años.
Son al mismo tiempo un reproche a todas las generaciones implicadas que no han sabido -y todavía no hemos sabido- dar respuesta a esas injusticias ni acoger y arropar suficientemente a quienes las han sufrido. El recuerdo de los muertos más recientes ocasionados por la actuación de ETA, nos tienen que traer a la memoria los muertos más antiguos ocasionados por el terrorismo de Estado, los muertos más olvidados -no eran políticos ni periodistas- ocasionados por atentados de ETA, los muertos ocultos fruto de la actuación de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, los muertos y después vilipendiados también por ETA.
También debemos traer a la memoria la situación de ese gran número de familias que han sufrido en silencio la tragedia de perder a un ser querido, de no saber donde están sus cuerpos, de no poder llevar unas flores, y los creyentes rezar una oración, al pie de su tumba; me estoy refiriendo a los muertos desaparecidos a lo largo sesenta años causados por la dictadura franquista en la guerra y en la post-guerra, por el terrorismo de estado y los incontrolados, por ETA.
La realidad, la tragedia, el dolor de todas estas víctimas esta presente en nuestra experiencia personal, familiar e histórica. Durante todos estos años desgraciadamente constatamos que con demasiada frecuencia cada familia, grupo, sector de nuestra sociedad ha vivido su propia tragedia, su propia dolor, en soledad; y también en demasiadas ocasiones sólo se ha reconocido el propio dolor, ignorándose el dolor y la tragedia de los otros. Y ésta es la situación que debemos superar.
Tenemos que hacer un esfuerzo para ser capaces de reconocer el dolor del otro, de reconocer la existencia de todas esas víctimas, sin compararlas, sin equipararlas, simplemente aceptando el dolor que cada cual sienta y dándole respuesta, reconociendo su verdad, reparando en la medida de lo posible su injusticia, y acogiendo a quienes han sufrido de forma más directa todas esas injusticias.
Si queremos que la nueva etapa política y social que se abre en Euskal Herria esté sustentada sobre bases sólidas tenemos que tener esta perspectiva global e histórica, que nos ayude a cerrar heridas que llevan demasiados años abiertas, plantear la autocrítica, la reflexión y las soluciones que nos permitan superar el pasado y construir un futuro en paz en el seno de una sociedad vasca en donde los conceptos del perdón, activo y pasivo, y la reconciliación sean una realidad asentada.