Rafael Larreina reclama más claridad a la dirección del PNV y teme que los «mensajes confusos» de los jeltzales pretendan «una vuelta al pasado y a la época Ardanza». ALBERTO SURIO/ Rafael Larreina, vicepresidente segundo del Parlamento Vasco y dirigente de Eusko Alkartasuna, reclama más claridad al PNV y pide que no fije condiciones al inicio de una mesa de diálogo con Batasuna. Larreina recupera una bandera fundacional de su partido, la reforma del marco institucional vasco «con todas las consecuencias» y pide limitar el excesivo poder de las diputaciones.
EA cumplirá el próximo septiembre 19 años como partido. ¿No teme que una futura clarificación en la Euskadi del «día después» de ETA, con un PNV en clave soberanista y una izquierda abertzale no violenta, le puede dejar sin espacio?
A pesar de que quienes cuestionaban nuestro espacio hace casi veinte años no les quede otro remedio que trasladar su cuestionamiento al «día después», la realidad nos muestra que EA tiene un espacio político consolidado y con gran potencialidad para ese momento. En una sociedad vasca normalizada el proyecto radicalmente democrático, abertzale y socialdemócrata de EA tendrá la responsabilidad de liderar el país hacia un modelo social, cultural y económico cohesionado.
¿Por qué se ha desmarcado EA de la apuesta del PNV de condicionar el diálogo con Batasuna a que desaparezca todo tipo de violencia?
Por encima de los discursos, la práctica política de EA desde 1986, pasando por 1997, 1998, 1999, 2000 y hasta el día de hoy, ha sido de rechazo total de todo tipo de violencia, y tolerancia cero ante cualquier vulneración de derechos humanos, cosa que no pueden decir todos. Siempre hemos defendido que en materia de derechos humanos no caben excepciones. Con esta misma claridad y rotundidad decimos que no vamos a renunciar a nuestro objetivo de convencer a quien no lo esté de que la violencia no sirve ni para vencer ni para convencer y que sólo son admisibles las vías exclusivamente políticas. Para eso hay que hablar y sentarse en una mesa de diálogo. Y con la misma claridad y rotundidad decimos que no puede haber acuerdos políticos con quienes no asuman compromisos activos en contra de la violencia y en favor de los derechos y libertades de todas las personas.
Pero Ibarretxe ha dejado claro que la violencia es incompatible con el diálogo.
La violencia nunca puede ser un sistema o instrumento de diálogo, desde ese punto de vista son conceptos incompatibles. Ahora bien, la existencia de la violencia nos exige a quienes tenemos responsabilidades políticas un mayor esfuerzo de imaginación para convencer a quienes se muevan en la estrategia de la violencia de que su actitud y sus actuaciones son inadmisibles desde el punto de vista ético, humano y político. Y los únicos instrumentos válidos que tenemos las personas para convencer son nuestro compromiso diario con la defensa de los derechos humanos y la palabra.
¿Qué opinión le merece la apuesta de Imaz por la soberanía compartida? ¿Teme un giro estratégico en el PNV?
Pienso que tras esta cuestión aparentemente nominalista se esconde un intento de confundir a la opinión pública para justificar una vuelta al pasado, a la época Ardanza en la que, con la disculpa de la importancia de la gestión de gobierno, se decía que el Estatuto era un fin en si mismo, un punto final, y no se afrontaba la resolución del principal problema que tiene este país. Creo que la ciudadanía tiene derecho a que se le digan las cosas con claridad y a saber qué es lo que propone cada fuerza política. En EA lo tenemos muy claro: no se puede compartir lo que no se tiene y nosotros queremos decidir qué vamos a compartir y qué no. En otras palabras, sólo desde el reconocimiento y ejercicio del derecho de autodeterminación se puede llegar a la soberanía compartida. Y con la misma claridad decimos que no tememos nada, pues nosotros hemos demostrado que sabemos estar en el gobierno y en la oposición; lo que nos preocupa es que se opte por abandonar el trabajo en favor de la normalización política y la pacificación del conjunto de Euskal Herria.
¿Considera que un eventual acercamiento entre el PNV y el PSOE haría peligrar el tripartito vasco?
El tripartito no es un fin en si mismo; es una fórmula de gobierno, que responde a un compromiso con nuestros electores que sigue vigente.
¿Cree que debería negociarse con el Partido Socialista el contenido del proyecto de nuevo Estatuto para que sea viable con un proceso de reforma estatutaria?
El contenido del nuevo Estatuto debe negociarse con todos: con el Partido Socialista, con Batasuna, con el Partido Popular y con el resto de fuerzas políticas. Ahora bien, lo que nadie puede pretender en democracia es que el criterio de las minorías se imponga a las mayorías. Los partidos de ámbito estatal deben renunciar a jugar con dos barajas: una en el Parlamento Vasco y otra en Madrid.
Dice Iñaki Galdos, presidente de EA de Gipuzkoa, que «todos los que hemos defendido el proyecto de nuevo Estatuto hemos defendido la soberanía compartida» y que «es compatible ser independentista y defender la soberanía compartida». ¿Está de acuerdo?
Quienes hemos defendido el proyecto de nuevo Estatuto, y a mí me ha correspondido representar a EA en el proceso parlamentario de debate y aprobación, hemos defendido la reclamación de la soberanía total para poder decidir en libertad la soberanía que queremos compartir, como hacen el resto de los estados de la UE. Por eso introdujimos en el texto articulado, junto al concepto de territorialidad, el derecho de autodeterminación y la reserva de derechos para ejercerlo. Pero al mismo tiempo no confundimos nuestro objetivo estratégico, que es alcanzar la independencia en Europa con los pasos tácticos que desde una posición democrática nos llevan a alcanzar una síntesis democrática con otros partidos en favor de un nuevo Estatuto que nos permita avanzar hacia nuestro objetivo, teniendo en cuenta nuestro peso político y la realidad del país. Nosotros hemos dicho con claridad que el Estatuto es un medio, nunca será un fin en si mismo. Por eso mismo sólo quien tiene la soberanía puede compartirla, pero no engañemos a nadie: sólo podremos compartirla en libertad cuando la tengamos.
Galdos señaló que la coalición con el PNV para las próximas municipales seguía siendo una apuesta estratégica y que no se ve «compartiendo mesa y mantel» con la izquierda abertzale…
Mi apuesta estratégica permanente es EA y Euskal Herria. Creo que el proyecto político abertzale y socialdemócrata de EA es necesario tanto para la normalización política y la pacificación de nuestro país, como para la defensa y potenciación del Estado de bienestar. Por eso defiendo, según lo establecen los acuerdos del último congreso de EA, que en una situación de no excepcionalidad, se oferte a la ciudadanía el proyecto político de EA con claridad, sin confusiones ni con el neoliberalismo del PNV, ni con el trasnochado izquierdismo seudorrevolucionario que se mueve en sectores de la llamada izquierda abertzale. Además, en las próximas municipales tenemos que plantear desde EA, con todas las consecuencias, la reforma del marco institucional del país, potenciando los ayuntamientos y poniendo coto tanto a la excesiva tutela foral que en la práctica limita la autonomía municipal, como a la continua intromisión de las diputaciones en las competencias del Gobierno generando duplicidades que de hecho limitan el gasto en protección social y ponen en peligro el Estado de bienestar. No es admisible, por ejemplo, que las diputaciones se dediquen a promover viviendas, que es competencia del Gobierno Vasco, en vez de invertir más en protección social, que es competencia propia. -Intxaurraga ha dicho que en el 2007, en un escenario de paz y normalización, habrá que crear un partido nuevo, «de izquierdas y abertzale fuerte» y cooperar más entre EA, Aralar, Batasuna, Abertzaleen Batasuna y Batzarre. ¿Está de acuerdo? -No conozco esas declaraciones de Intxaurraga ni tampoco las anteriores de Galdos, pero si se han producido en esos términos nos encontraríamos con que quienes sí compartieron mesa y mantel en el último congreso de EA ahora tienen su cabeza en cualquier otra cosa menos en el proyecto de EA. Espero que no sea así. La inmensa mayoría de la militancia seguimos las conclusiones de nuestro congreso y tenemos nuestra cabeza y nuestra actividad ocupada en el trabajo que EA está realizando para conseguir alcanzar en Euskadi un escenario de paz y de normalización, y en cómo potenciar nuestro proyecto político para conformar ese espacio socialdemócrata vasco que, estamos convencidos, es mayoritario en nuestro país y que se encuentra muy lejos de ciertas posiciones de izquierdas dogmáticas desfasadas y contraculturales que están fuera de nuestro ámbito cultural y político europeo.
¿No es contradictorio abogar por la «vía catalana» de una futura coalición de izquierdas con ese rechazo que ustedes muestran cuando se producen acercamientos hacia el Partido Socialista?
EA ha mantenido, mantiene y mantendrá relaciones con el Partido Socialista, entre otras cosas porque también forman parte de este país y porque en una situación de normalización política, una vez resuelto el problema político de fondo, lo lógico es que las alianzas de gobierno se produzcan en clave ideológica, en vez de en clave nacional. Hoy por hoy, desgraciadamente el PSE, aunque en su seno hay sectores más cercanos, está lejos de las posiciones del PSC en cuanto al reconocimiento del hecho nacional vasco y su derecho a la autodeterminación. En EA vamos a seguir manteniendo esas relaciones con el PSE y trabajando por alcanzar cuanto antes esa normalización.
¿Al final habrá nuevo Estatut en Cataluña?
Al igual que nosotros pedimos respeto aquí, queremos ser respetuosos con la política de Cataluña. Espero que los objetivos de nuestros compañeros de ERC se hagan realidad, que el PSC y Zapatero logren consensuar con Esquerra el nuevo Estatut y que el PSOE respete en Madrid el acuerdo del Parlament catalán y no descalifique a Zapatero.
¿Cómo valora el experimento catalán?
Pese a todo lo que se ha especulado, podemos ver que el problema no es el modelo de procedimiento empleado para debatir y aprobar un nuevo Estatuto. En Cataluña, como en Euskadi, el problema radica en quienes desde posiciones nacionalistas españolas excluyentes no reconocen la existencia de naciones de ciudadanos y ciudadanas que tienen derecho a decidir libre y democráticamente su futuro.
¿EA ha logrado cerrar su división interna? El sector crítico censura la falta de integración de la Ejecutiva Nacional y su falta de flexibilidad.
Esas quejas son un tópico recurrente al que suelen recurrir siempre los disidentes en todas las fuerzas políticas. En comparación con la mayoría de las fuerzas políticas vascas, en la actualidad la Ejecutiva Nacional de EA es de las que goza de mayor apoyo y respaldo otorgado por su militancia en su máximo órgano democrático y representativo que es el congreso. Y las reglas de juego básicas en democracia es que la ejecutiva de un partido debe llevar adelante las líneas programáticas aprobadas en su congreso y que quien vió rechazadas sus pretensiones en dicho congreso respete las decisiones aprobadas democrática y mayoritariamente. Por otra parte, la Asamblea Nacional, que es el máximo órgano entre congresos, viene respaldando de forma amplísima las decisiones de la Ejecutiva Nacional. Sólo alguien que no vaya habitualmente a las ejecutivas puede dar una visión tan distorsionada con respecto a la dirección del partido.
¿Qué opina de la polémica suscitada en Amurrio con su alcalde, Pablo Isasi, de EA, por haber distinguido en las fiestas a dos jóvenes miembros de una cuadrilla que simbolizaban ser dos presos de ETA?
Tengo muy claro que quien no tenga un compromiso activo en defensa de todos los derechos humanos sin excepciones no puede ser referente de ningún tipo para la sociedad vasca. Pero con la misma claridad digo que es inadmisible que se intente cuestionar el compromiso con las libertades, con la defensa de los derechos humanos y con la democracia de un alcalde como Pablo Isasi que, por defender esos valores, ha sufrido en carne propia el azote de la violencia.