Se acaban de cumplir veintitrés años de la aprobación en referéndum del estatuto de Gernika. Con este motivo, tanto desde el PP como desde el Partido Socialista han propuesto y organizado diversas celebraciones, dicen que del Estatuto. Lo primero que habrí­a que preguntarles es ¿de qué Estatuto hablan?: del Estatuto aprobado por la ciudadaní­a o del modificado por la puerta falsa? También habrí­a que sugerirles que la mejor celebración que pueden hacer al Estatuto, es cumplirlo.

Creo que es oportuno aprovechar la controversia de estos dí­as para reflexionar sobre lo ocurrido en estos veinte años. Hace veintitrés años, en momentos difí­ciles pero ilusionantes se salí­a de una dictadura a la vez que se abrí­an cauces de participación democrática- la mayorí­a de la ciudadaní­a de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa, aprobábamos en referéndum el Estatuto de Gernika. Después de una ardua negociación, se alcanzaba un pacto polí­tico que se constituí­a en punto de encuentro de una gran parte de los vascos de la Comunidad Autónoma.

Aquel pacto supuso un esfuerzo de consenso alrededor de un punto de equilibrio en el que confluí­an el máximo autogobierno que admití­an las fuerzas polí­ticas de conciencia nacional española, y el mí­nimo autogobierno que podí­an admitir las fuerzas de ámbito nacional vasco, que lógicamente aspiraban a superar ese mí­nimo hasta llegar al autogobierno pleno. Hoy, veintitrés años después, nos encontramos con que todaví­a quedan cerca de cuarenta competencias sin transferir (algunas de ellas muy importantes: régimen económico de la Seguridad Social, competencias en materia de empleo, investigación, etc.); se afirma desde responsables del gobierno de Madrid que algunas de ellas no se transferirán nunca; otras competencias ya transferidas, se han recortado a través de leyes básicas.

Desde Eusko Alkartasuna consideramos extremadamente grave este incumplimiento. No solo porque niega algunos de los instrumentos de autogobierno más importantes en materia económica y social, sino también porque revela la intención definitiva de los responsables del estado de cerrar el desarrollo del autogobierno a un nivel de pura descentralización administrativa muy alejada de la autonomí­a polí­tica inicialmente pactada. Con casi veinticinco años de perspectiva, y a la luz de esta experiencia histórica, podemos afirmar que el pacto Estatutario ha devenido en Fraude Estatutario. El Estatuto que aprobamos mayoritariamente en el año 1979, no solo no se ha cumplido sino que se ha devaluado, se ha transformado hasta convertirse en la práctica en el estatuto que propugnaban quienes, desde la entonces Alianza Popular, pedí­an el no para el Estatuto de Gernika; en otras palabras el Estatuto de Gernika ha sido sustituido fraudulentamente por el Estatuto que perdió el referéndum.

Este fraude supone el agotamiento polí­tico, aunque no jurí­dico, del Estatuto y abre la plena legitimidad de la invocación de un nuevo marco polí­tico que, superando la dialéctica autonomismo práctico-independentismo teórico, avance por la ví­a de la autodeterminación. En este contexto es hora de mirar al futuro, de buscar un nuevo punto de encuentro, de trabajar para impulsar el Nuevo Pacto Polí­tico para la Convivencia que, respetuoso con la voluntad de la ciudadaní­a, de respuesta a los dos problemas polí­ticos de fondo: la territorialidad y el ejercicio de la soberaní­a.

Por Rafa

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