Nuevo lunes 2015Este e tí­tulo del artí­culo que he publicado en el número extraordinario de «El Nuevo Lunes» con ocasión de su 34 aniversario. Bajo el tí­tulo genérico de 2015 Empieza la recuperación: polí­ticas necesarias para un crecimiento sostenible y generación de empleo, se recogen artí­culos de los portavoces de los diferentes grupos parlamentarios en la Comisión de Economí­a del Congreso de los Diputados.

Desde la perspectiva de la economí­a, se analiza  el tiempo transcurrido de la actual legislatura para resaltar que «Tres años después y tras esas mal llamadas reformas estructurales, la competitividad de la economí­a productiva sigue lastrada por unos altos costes energéticos y financieros, unos altos costes laborales no salariales y una insuficiente inversión en I+D+i».

A continuación transcribo el artí­culo completo:

Hace unos dí­as una persona muy implicada en la economí­a real, en el mundo de la empresa industrial, me decí­a entre indignado y desolado, que durante la crisis habí­amos estado perdiendo el tiempo y no se habí­a aprovechado la situación para corregir los problemas estructurales que habí­an ocasionado que los efectos de esta última “pandemia económica occidental”, como son el paro en sus diversas categorí­as y los í­ndices de pobreza crecientes, fuesen especialmente fuertes en el Estado español. Y no le faltaba razón como lo muestra el hecho de que ahora que todo el mundo habla de la recuperación económica, ésta se está instalando otra vez en los sectores de la economí­a especulativa y financiera mientras que tanto la economí­a productiva como los amplios sectores de la población más castigados por la crisis se sienten huérfanas del apoyo institucional.

Durante estos últimos tres años desde el gobierno se han impulsado unas llamadas reformas estructurales –reforma laboral, reforma del sistema financiero, reforma del sistema eléctrico y las reformas impuestas por la “troika” bajo el “leit motiv” de la austeridad- que no han resuelto los problemas estructurales. La competitividad de las empresas no dependí­a de los costes salariales, sino de los altos costes energéticos y financieros, de los costes laborales no salariales y de la necesidad de aumentar su valor añadido a través de la inversión en I+D+i. El problema de déficit no estaba vinculado al gasto público sino al ingreso y por tanto la solución no estaba en recortar los servicios públicos esenciales como son la sanidad y la educación, sino en combatir el fraude y la elusión fiscal, en poner coto al escándalo que supone que el Estado español este a la cola de los 27 estados de la Unión Europea cuando se habla de recaudación del IVA o del impuesto de sociedades; no hay justificación alguna para que las grandes empresas soporten una carga fiscal media del 5,3% sobre sus beneficios, mientras que una persona “mileurista” esté alrededor del 12% o las pymes alrededor del 16%.

Tres años después y tras esas mal llamadas reformas estructurales, la competitividad de la economí­a productiva sigue lastrada por unos altos costes energéticos y financieros, unos altos costes laborales no salariales y una insuficiente inversión en I+D+i. El conjunto de la sociedad con unas altas e inadmisibles tasas de paro, con una disminución del poder adquisitivo de la mayorí­a de la población, con un deterioro de los servicios públicos, con un quinto de la población que vive bajo el umbral de la pobreza, y más de cuatro millones y medio de personas que viven en pobreza severa.

Mientras, desde los responsables gubernamentales se sigue publicitando una salida de la crisis centrada en las cifras macroeconómicas y en el auge de un sector servicios concentrado en los sectores financieros y sus anexos energéticos y actuariales. Sin embargo, la realidad muestra por un lado un creciente aumento de la desigualdad que amenaza la cohesión social, que es la base sólida para un crecimiento socialmente sostenible; y, por otro lado, una pérdida de peso del sector industrial en el conjunto de la economí­a. Creo que es ilustrativo que precisamente en aquellos lugares que mantienen un importante peso industrial -como es el caso de los cuatro territorios de Euskal Herria que conforman la Comunidad Autónoma Vasca y la Comunidad Foral de Navarra, y las Comunidades de La Rioja y Cantabria- los niveles de paro y los otros efectos de la crisis tienen las cifras más bajas de todo el Estado.

Si se quiere abordar el futuro con garantí­as, y que las consecuencias del próximo ciclo económico bajista no sean mucho peores que las de esta crisis, es necesario abordar con urgencia las problemas estructurales de fondo, que se han obviado en estos últimos años, reduciendo drásticamente la desigualdad social; reforzando la economí­a productiva y potenciando una industria económica, social y medioambientalmente sostenible; reduciendo drásticamente el fraude y la elusión fiscal; impulsando una banca pública que rompa el oligopolio financiero y garantice la igualdad de oportunidades en el acceso al crédito por parte de la economí­a productiva, las pymes, la economí­a social, y de quienes están en el régimen de autónomos y las familias; rompiendo el oligopolio energético y garantizando unos costes energéticos que no dañen ni al poder adquisitivo de las familias ni a la competitividad de las empresas; impulsando la inversión en I+D+i y la economí­a digital; apoyando la economí­a de proximidad sustentada en las pymes, cooperativas y pequeño comercio, como elementos importantes también de la cohesión social y la generación de empleo; apoyando al sistema educativo y, en especial, a la formación profesional, dotándole de medios y dándole estabilidad en el tiempo; y finalmente, desde el punto de vista medioambiental, abordando la descarbonización de la economí­a y el impulso de una economí­a circular que tenga como objetivo conseguir que el reciclaje tienda al 100% de cada materia, reduciendo la producción de residuos al mí­nimo.

Hoy por hoy, no vemos una apuesta clara por parte del Gobierno español para recuperar el tiempo perdido y esto nos hace reafirmarnos en la necesidad de ejercer la soberaní­a desde Euskal Herria para podernos situar en el ámbito de los Paí­ses más avanzados, social y económicamente, de Europa. Pero a la vez aportamos nuestros planteamientos porque como europeos nos preocupa España, no queremos que continúe con una estructura socioeconómica abonada a la crisis, pues somos solidarios con su ciudadaní­a que ha sufrido y sigue sufriendo especialmente sus consecuencias.

Por Rafa

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