2007111974Blazquez.jpg Acabo de leer un teletipo que recoge una reseña de las palabras que Don Ricardo Blázquez ha pronunciado en la apertura de la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal que preside. Después de mucho años de espera creo que somos muchos los católicos de Euskal Herria que por fin nos hemos sentido en parte reconfortados.

Se que para algunos será insuficiente, para otros quizas inoportuna, para algún otro hasta puede ser motivo de escándalo; para mi es un paso adelante en la «búsqueda de la convivencia en la verdad, la justicia y la libertad». Por eso quiero agradecer al obispo de Bilbao y Presidente de la Conferencia Episcopal el gesto que sin duda ha sido valiente y, estoy seguro, le habra supuesto ya tener que hacer frente a más de una incomprensión y asumir que probablemente le lleguen crí­ticas de un lado y otro. Crí­ticas de quienes nunca se han planteado pedir perdón por nada y sin embargo exigen continuamente a la Iglesia -por cierto una de las pocas instituciones, entes u organizaciones que ha pedido y pide perdón- que reconozca errores y se disculpe por ellos; y crí­ticas también de quienes acostumbrados a mezclar religión y polí­tica todaví­a viven en esquemas del nacional-catolicismo.

Durante este último mes hemos sido muchos los que en silencio lo hemos pasado mal contemplando las controversias que surgí­an alrededor de las beatificaciones de mártires de la guerra del 36. Por un lado reconocí­amos que esas personas habí­an sido asesinadas por odio a la religión y por tanto habí­an dado su vida por confesar su fe, sus creencias de forma heroica y eran realmetne mártires; por eso mismo nos dolí­a que se cuestionase ese carácter estrictamente religioso. Por otro lado nos dolí­a que se ignorase a esos otros sacerdotes y religiosos, también heroicos, que en Euskal Herria habí­an sido asesinados por ser coherentes con su fe, desarrollando su labor pastoral en situaciones extremas, defendiendo la libertad de sus fieles y su derecho a recibir la atención sacramental y pastoral, al margen de ideologí­as o cuestiones partidistas.

Por eso recojo las palabras del Padre Iñaki de Azpiazu exiliado también que pronunciaba en Buenos Aires el 18 de octubre de 1957: «Pero sí­ quiero pedir a ustedes que puestos de pie escuchen los nombres de estos santos sacerdotes, cuyos cadáveres yacen en tierra vasca, esperando que un dí­a se coloque sobre su tumba la cruz y se ore públicamente al Señor, rompiendo el silencio con que envuelven su martirio la tiraní­a de los unos y la culpable complacencia de quienes no tienen el derecho de callar: D. Martí­n de Lecuona, D. Gervasio de Albizu, D. José de Sagarna, D. Alejandro Mendicute, D. José de Ariztimuño (Aitzol), D. Joaquí­n Arin, D. José Markiegi, D. Leonardo Guridi, D. José de Peñagaricano, D. Celestino de Onaindia, D. Joaquí­n Iturri-Castillo, D. José Adarraga, R. P. Otaño, R.P. Román, R.P. Lupo, Goian Bego!»

Porque esa ha sido otra de las confusiones que a muchos nos ha dolido: se ha traladado desde muchos medios de comunicación españoles y vascos, incluidos los de orientación abertzale, la idea de que los beatificados en Roma tení­an una identidad nacional española y los asesinados en Euskal Herria tení­an una identidad nacional vasca. Y no era así­: entre los mártires también habí­a religiosos vascos, que se sentí­an solo vascos pero que desarrollaban su labor pastoral en España, dejando al margen su ideologí­a, y allí­ fueron asesinados; y entre los asesinados y represaliados en Euskal Herria también los habí­a de sentimientos de identidad nacional diversos pero como los otros supieron dejar al margen sus propias concepciones ideológicas para desarrollar heroicamente su servicio pastoral. Muestra de ello es el caso del entonces obispo de la diócesis de Vitoria (entonces englobaba a Araba, Bizkaia y Gipuzkoa), D. Mateo Múgica, que no era de sentimiento nacional vasco pero cumplió con su misión pastoral y defendió la libertad polí­tica de sus fieles lo que le supuso ser exiliado por Franco y tener que refugiarse en el estado francés.
Con esta declaración se abre paso un movimiento de reparación, que durante largas décadas se ha venido reclamando y esperando, hacia aquellos sacerdotes y religiosos que, durante la guerra y después de la guerra, sufrieron la injusticia de ser asesinados, encarcelados, condenados a muerte, escarnecidos, desterrados,… por ser fieles a su vocación de servicio, por desempeñar heroicamente su ministerio pastoral atendiendo a su feligresí­a sin hacer acepción de personas.

Por Rafa

3 comentarios en «Eskerrik asko Don Ricardo por esa declaración de acción de gracias y petición de perdón»
  1. D. Rafael Larreina,

    Soy Juan Antonio Rodrí­guez de la Universidad de Málaga. Le he enviado un mail a su dirección del Congreso de los Diputados para ver que fecha le vendrí­a a usted mejor para desplazarme a Madrid.
    Muchas gracias también por su artí­culo sobre los sacerdotes vascos asesinados por Franco que acabo de leer, un poco tarde la verdad sea dicha.

    Afectuosamente,

    Juan Antonio Rodrí­guez

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